La generación de Residuos de Construcción y Demolición (RCD) representan un problema grave para las ciudades de Chile y el mundo, por sus efectos contaminantes relacionados al terreno natural, agua y ecosistemas. La generación de RCD en Chile llega a la preocupante cifra de 2.753.527 m3 (Molina-Ramírez et al., 2019), que, para hacernos una idea, es material suficiente para construir dos Costanera Center al año, pero no de hormigón ni de cristal, sino de RCD.
Desglosando los casi 3 millones de m3 de RCD que se producen en Chile cada año, nos encontramos con que casi la mitad son producidos en la Región Metropolitana, llegando a la cifra de 1.151.299 m3, principalmente por los proyectos de edificación en altura o mejor conocidos como edificios.
La siguen las regiones de Valparaíso (351.454 m3) con un volumen suficiente para sepultar la Quinta Vergara bajo 10 metros de RCD, arruinado el Festival de Viña de Mar, el más representativo de nuestro país; y la región del Biobío (263.708 m3), que de ser depositados sobre el Puente Juan Pablo II provocarían la desconexión entre Concepción y San Pedro de la Paz, ya que se encontraría con una pared de 5 metros de altura.
El problema se vuelve real cuando está frente tus ojos y no entre cerros alejados de las urbes.
En comparación con países europeos, Chile presenta una generación de RCD mucho mayor, llegando a casi duplicar la generación m3 de RCD por m2 de construcción. En concreto, España genera el orden de 0,14 m3/m2 de construcción de un edificio habitacional e Inglaterra llega a los 0,15 m3/m2. Por su parte, Chile llega a generar 0,26 m3/m2, lo que claramente refleja un problema, cuyas raíces pueden estar en nuestra cultura, procedimientos con baja eficiencia, escaza planificación inicial o mano de obra poco calificada. Lo que si está claro es el efecto que provoca estas ineficiencias: el crecimiento constante e imparable de vertederos.
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